¿Perro reactivo? Cómo conseguir que tu perro deje de ladrar a todo. Parte I

¿Cansado de buscar horas intempestivas a las que sacar a tu perro?¿De ir por la calle como si fueses un radar?¿De pasar vergüenza o miedo cada vez que se pone a ladrar histérico? Convivir con un perro reactivo es una auténtica pesadilla para ti y por supuesto, para él. Debes buscar horas a las que no encontrarte con aquello que le activa, detectarlo a mucha distancia y aún así, no puedes evitar que X días te acabes llevando un disgusto.

Cuando tu perro ladra de manera incontrolada a todo lo que se mueve, ya sean perros y/o personas, se dice que es un perro reactivo. Además, es algo que ocurre cuando va atado, porque cuando va suelto los problemas desaparecen. ¿Significa esto que tu perro es agresivo? Rotundamente no, lo que tiene es MIEDO. Pretende con los ladridos alejar aquello que le asusta. Es la forma más efectiva que ha encontrado para evitar lo que no le gusta. Puede ocurrir que en algún momento haya tenido que llegar a morder para alejar ese estímulo. En estos casos ha aprendido que ese último recurso funciona y desde entonces será todo más peligroso. La diferencia entre un perro reactivo y otro agresivo es que el agresivo lo es independientemente de que vaya atado o no.

Pero empecemos por el principio…

Posible origen y causas

En cada caso puede haber un motivo diferente, pero la mayoría se debe a un manejo inadecuado de la correa, ya sea porque la tensamos en presencia de otros perros, porque damos un tirón cuando los vemos, porque quiere «saludarles» y no le dejamos acercarse… Hay muchas causas para que un perro pueda acabar siendo reactivo. Si además en tu caso es adoptado, nunca llegarás a saber por qué es así, pero eso no debería preocuparte a la hora de trabajar para su recuperación.

Pero ¿Por qué ladra?

Lo que ocurre con los perros reactivos es que para hacer frente a su miedo hacia cosas a las que no están habituados (ya sean personas, otros perros, objetos en movimiento,…) ladran, y ladran efectivamente como si les fuese la vida en ello. Porque han comprobado que es la manera más eficaz de mantenerlas al margen. Como comentaba más arriba puede llegar un momento en el que ladrar no sea efectivo y entonces no les quedará más remedio que atacar. Debemos evitar esto de manera muy activa, porque crearía un precedente y nuestro perro sabría que existe otra forma de actuar (y que no nos interesa nada que conozca).

Además, el efecto correa se entiende muy fácil. Al tenerlo atado, por un lado no le permites escapar, es decir, debe enfrentarse a aquello que le asusta sí o sí. Pero es que el hecho de que la correa se tense le da cierta seguridad, es como «sujétame que le doy» «porque me estás sujetando que si no…». Con los perros pequeños se ve muy bien, se ponen a ladrar frenéticos y en cuanto ven que el otro perro responde, corren a esconderse detrás de su dueño. De ahí que un mal manejo por parte del dueño pueda acabar desencadenando este problema. Somos nosotros los que generamos una asociación errónea.

Imagen de doghouseobedience.com

Imagen de doghouseobedience.com

Cómo afrontarlo

Un vez que tenemos claro porqué se pone así nuestro perro es hora de ver cómo podemos ayudarle. Lo primero es hacer un estudio de la situación:

  1. ¿ En qué momentos sucede?
  2. ¿Hay señales previas?
  3. ¿Qué alternativas utilizas?

Debes hacer un listado con todo aquello que le active, para posteriormente ir trabajándolo de menor a mayor intensidad. Además, tendrás que realizar un seguimiento. Es importante que tomes nota de la evolución. Ya que ésta no será progresiva, habrá altibajos y seguro que recaídas. Tenlo en cuenta. La recuperación de un caso así siempre es larga y tediosa.

De primeras debes EVITAR todo aquello que le active. Por ahora no estarás trabajando el problema, solo evitándolo. ¿Por qué? Porque tu perro no es capaz de afrontarlo y necesitamos rebajar sus niveles de ansiedad para que deje de ver las cosas como una amenaza. Necesitarás meterle en una pequeña burbuja de la que saldrá poco a poco. Para la terapia inicial realizaremos:

  • Búsquedas diarias de comida: Bien con su propia ración de pienso, si es muy tragón, si no cortando salchichas en pedazos muy pequeños. Dejamos al perro en otro lugar mientras lo repartimos por el sitio que hayamos escogido para hacerlo. Al principio es mejor que el espacio no sea muy amplio, para que aprenda a hacer las búsquedas sin frustrarse. Recuerda empezar siempre de manera muy fácil, que ya habrá tiempo de complicarlo. Llamamos al perro y dejamos que busque. Si ves que al principio le cuesta encontrarlas, ayúdale un poco, sobretodo animándole a que siga haciéndolo. Empezará las búsquedas con la vista y hasta que no lleve un rato no utilizará el olfato. La importancia del ejercicio reside en este punto, porque para que un perro olisquee debe relajarse y controlarse. Si le animamos a olisquear, estará más calmado y cuando salga a la calle prestará más atención a los olores y menos al entorno. Este ejercicio debe durar unos quince minutos e idealmente se realizará dos veces diarias.

  •  Utiliza juguetes inteligentes, tipo Kong, Nina Ottosson,… Que desarrollen su inteligencia y le mantenga entretenido. Para saber más, pincha aquí.
  • Establecer una rutina de paseos, comida, descansos… es importante que tu perro pueda predecir su vida para que se relaje. Recuerda repartir la comida en varias tomas, será fácil si realizas búsquedas y utilizas juguetes.
  • Suprime cualquier tipo de castigo y con esto no me refiero solo a los tirones de correa, si no también a gritos, chist, no y demás cosas que soltamos tan alegremente.
  • Dedícale cinco minutos diarios a premiarle cualquier cosa que haga. Será vuestro momento de reconciliación. Con esto ganará en autoestima y tú volverás a verle con otros ojos.
  • Por ahora los paseos serán a horas y por sitios en los que no te encuentres aquello que le activa. Además, deberás usar material adecuado como es una correa

    multiposiciones (de esas con varias anillas y dos mosquetones) y un arnés antitiro tipo Easy Walk o Sense-ible (en la foto). ¿Por qué de este tipo? Por además de que te van a permitir controlar muy bien al perro, al estar sujetos por el pecho puedes tirar de él y cambiar su foco de atención. Esto será muy útil cuando te veas metido de lleno en un momento de ladridos descontrolados.

  • Si ya se ha producido algún altercado serio con mordiscos, debes prevenir cualquier accidente trabajando el bozal. Si lo realizas bien al perro no le va a suponer ningún trauma y será todo mucho más sencillo para los dos. Aquí tienes un vídeo de Emily Larham para ayudarte a hacer del bozal otro utensilio más. Recomiendo los de tipo cesta, porque permiten ofrecer comida mientras los llevan, son cómodos y muy resistentes. Especialmente el modelo Baskerville (en la foto).

  • En determinados perros vendrá bien una ayuda extra con medicación para relajarle. Pero si este es tu caso, necesitarás la ayuda de un profesional. Contacta con uno antes y por supuesto, acude a tu veterinario para que sea él el encargado de poner el tratamiento.

Por ahora nos quedamos aquí, evitando generar más estrés y trabajando para bajar sus niveles de ansiedad. En el siguiente artículo nos meteremos de lleno en cómo trabajar la reactividad.

Si te ha gustado nuestro artículo, háznoslo saber.

Para leer la segunda parte, pincha aquí.

Perros Maleducados

El post de esta semana va sobre todos aquellos perros que por nuestra ignorancia, incompetencia o incredulidad acaban siendo abandonandos o peor aún, sacrificados por su mal comportamiento. Y lo peor de todo es que ni siquiera somos conscientes de que la mala educación de nuestro perro sólo tiene un responsable, ¡NOSOTROS!

Empecemos reconociendo primero que es un perro maleducado: pues aquel que nos ladra para pedirnos atención, nos gruñe para proteger aquello que considera que es suyo, nos muerde si intentamos quitárselo, nos lleva a rastras durante el paseo y se sube encima de cualquiera que le diga «hola». No entendemos a nuestros perros y nos echamos las manos a la cabeza cuando acaban sacando comportamientos que creíamos que nuestro Toby nunca llegaría a hacernos.

Vamos a ver porqué se dan y que hacer para prevenirlos.

Ladrar para captar atención: Suele funcionarles siempre. El perro ladra y nosotros vamos y le mandamos callar. Ya tiene nuestra atención. Le hemos reforzado el comportamiento y la próxima vez que quiera vernos, ladrará y allí que estaremos de nuevo para en nuestro universo, mandarle callar. En el suyo, verle y darle atenciones. ¿Cómo evitarlo? Debemos acostumbrarnos a atender al perro cuando está tranquilo y relajado y no cuando por aburrimiento empieza a hacer trastadas y así llamar nuestra atención. Debemos proporcionarle ejercicio y entretenimiento suficiente. Ya lo he comentado más veces, el perro debe salir 3 veces diarias, con al menos uno de los paseos de una hora de duración. Que lo disfrute, que pueda olisquear y relacionarse con otros perros. Crear rutas diversas para que no vaya siempre por los mismos sitios. Además, en casa podemos proporcionarle jueguetes interactivos, hacer que busque su comida por grandes espacios y trabajar un poco la obediencia. El aburrimiento es el comienzo de muchos problemas… Por supuesto, si el perro ladra intentaremos ignorarle (ni miro, ni toco, ni oigo). Es realmente complicado, por lo que siempre digo que mejor prevenir…

Gruñir: Gracias que los perros gruñen!!! Porque si no habría mucho humano mordido… A ver, que el perro gruña es una señal clara de que algo no le gusta. Normalmente suelen hacerlo para defender un privilegio como subirse al sofá, defender su plato de comida… Al no comprender lo que esta señal significa, nos lo tomamos a la tremenda, nos sentimos insultados y entramos en una guerra de violencia con nuestro perro. Es decir, le confirmamos que efectivamente va a tener que luchar por aquello que considera suyo. Lo que tendríamos que hacer primero es entender que los perros no pueden decirnos…»Eh, eso que estás haciendo no me está gustando un pelo, asique cuidadito» y que su gruñido no es por demostrar que él domina la situación, si no que lo que tiene, quiere protegerlo. Nosotros tendríamos que dejarle tranquilo (por el momento, no vamos a luchar con él, no tiene sentido) y enseñarle algo que le guste más que aquello que protege. Ejemplo clásico: el perro subido al sofá que gruñe cuando se le pide que se baje. Pues bien, nosotros vamos a la cocina, cogemos un trocito de salchicha (y si tu perro no está ya detrás de ti cuando has cerrado la nevera, cosa que dudo), volvemos al salón, se la enseñamos, le indicamos que se baje, que se siente, que nos dé una patita y entonces sí, ahora puede tener su trozo de salchicha. Con esto quiero decir que es absurdo entrar en una guerra de recursos con el perro, dado que nosotros somos los dueños absolutos de todos. Sólo hay que saber cómo trabajarlos. Es como si un niño pequeño monta una pataleta porque quiere algo y nosotros la hacemos más grande aún para no dárselo. Otro error común que se comente con el gruñido es intentar forzar al perro a hacer lo que queremos, en el caso del ejemplo sería cogerle del collar y bajarle. Pues bien, con este método seguramente acabaríamos en el siguiente punto: ¡Los mordiscos!

Morder: Cuando un perro convive con nosotros y se da cuenta de que por mucho que te gruña no va a conseguir nada, sólo le dejas una alternativa viable, morder. Vale, puedes tener muchísima suerte y que tu Toby sea un auténtico santo, y en lugar de morderte, se vaya tan tranquilo, pero no siempre pasa eso y luego nos sorprendemos de que nuestro perro muerda. Lo que os decía para los gruñidos se aplica igualmente para los mordiscos. Es lo que hace el perro para dejar bien claro que no quiere que sigamos por el camino que estamos llevando. Cuando le hemos hecho avanzar hasta aquí, lo más probable es que necesitemos ayuda profesional y colocar un bozal para evitar riesgos. Sobretodo si convive con niños o personas mayores que no controlan bien sus movimientos. No hablo aquí de casos agresivos hacia otros perros, si no de perros que acaban mordiendo a sus dueños porque no han sabido enseñarles las normas. Para que lo tengáis más claro el símil aquí es el de un adolescente al que no se le han parado los pies hasta que tiene 16 años. Vaya, nos va a costar mucho más que si desde niño le hubiésemos dicho que por ese camino no iba a lograr nada. Ahora más vale que llamemos a Hermano mayor para intentar meterlo en cintura. Debemos hacer un listado de todo aquello que «le molesta» y ver en qué momento es más probable que se produzca la agresión. Después, listado en mano, ir trabajando cada una de esas situaciones por separada para enseñarle al perro que no tiene que luchar con nosotros por ellas.

Es importante recordar que al convivir varios en la casa, las normas se vuelven más difusas, sobretodo si hay niños. Los mayores no le dejan subirse a las camas, pero los niños sí, se le da comida de la mesa en cuanto te despistas, … Las normas tienen que ser igual siempre y para todos. No hay ningún problema en que un perro duerma con su dueño en la cama, los problemas vienen cuando el dueño no quiere que esto suceda! Por tanto, coherencia a la hora de aplicar las normas.

Tirar de la correa: Esta es muy común, dado que no se le enseña al perro a ir con correa, luego nos soprende que no sepan. Además, si se utilizan collares de ahogo o castigo, estaremos metiendo al perro en una situación aún más estresante que el llevar a un humano colgando del otro extremo de la correa. Los perros tiran porque pueden y porque así es todo mucho más rápido. Si queremos evitarlo, compremos un buen material (ver post anterior) y parémosnos cada vez que se tense la correa. Además, podemos cambiar los sentidos de la marcha para que tenga que estar mucho más pendiente de nosotros. Hagamos del paseo algo divertido para él y así también lo será para nosotros.

Subirse encima: Esa actitud tan mona y divertida cuando teníamos un cachorrito se transforma en un avasallamiento cada vez que nuestro perro adulto saluda a algún conocido. Si te encanta abrazar a tu perro a dos patas, fenomenal, pero piensa que no a todo el mundo le gustan los recibimientos tan afectuosos. Lo suyo es que desde el primer momento se le enseñe al perro que si no tiene las cuatro patas en el suelo, no se le saluda. Para los que son muy persistentes se puede probar a echar unos trocitos de premio antes de que entremos nosotros, así asocia que es más interesante estar olisquenado el suelo que subidos encima de nosotros.

Bueno, si alguno ha reconocido a su perro como un maleducado, ya puede empezar a poner en práctica lo que os he comentado. Es culpa nuestra que nuestro perro se comporte como lo hace, porque sin duda alguna son nuestras debilidades las que le permiten comportarse así.

Hasta la semana que viene…